sábado, 30 de enero de 2016

A LA VISTA DE TODOS, ASÍ DE FÁCIL Y COMÚN NACE Y PROSPERA LA CORRUPCIÓN

Alberto Salazar
30-01-2016



El pasado viernes 4 de Diciembre se inauguró un PDVAL dentro de una reconocida institución del estado venezolano. Dos ministros hicieron acto de presencia y no faltó una reseña noticiosa. Cualquiera pensaría que ese esfuerzo está brindando frutos favorables a los trabajadores de esa empresa y que además sirve para publicitar los logros del gobierno bolivariano, pero desde su inicio ese PDVAL ha sido manejado tan irresponsable y torpemente, que es una fuente continua de descontento entre los empleados, y sirve como continuo incentivo contra el proceso revolucionario.

El proyecto nació con terribles fallas y problemas, desde una falta de comunicación clara y transparente a la comunidad que recibiría los beneficios, hasta una improvisación perenne que demuestra la incapacidad de quienes controlan y administran ese PDVAL. Ese viernes 4 se recibió a un aproximado de 600 personas y no se atendió ni al 10% de los asistentes. La gente esperó por horas y de nada valieron las quejas y los llamados a los encargados. Los ministros aparecieron para inaugurar y grabar la noticia del evento, pero luego desaparecieron y los que allí quedaron se las arreglaron para generar un enorme descontento en los presentes. Se ignoró que había gente esperando desde las 4am y que a las 6pm aún no se había atendido ni a 40 personas. En una corporación gubernamental, llena de ingenieros y técnicos universitarios, donde la mayoría de los gerentes y empleados de oficina son opositores políticos y solamente los obreros están alineados con el gobierno, no faltaron los comentarios a grandes voces de gente que se retiraba amargada y cansada. Se escucharon frases como: "Eso es para que sepan por quien hay que votar el próximo domingo", "No compraste, no hay problema, el domingo 6 busca la manito para sacar a estos corruptos de aquí".

Los pocos chavistas que estaba presentes, escuchaban y con molestia toleraban eso, ya que pensaban que no disponían de argumentos para defender lo que por meses se había preparado con tan mala elaboración. Uno que otro mascullaba con resentimiento: "Que vergüenza, que esta gente aquí, no pueda replicar bien, lo que en un barrio de Caracas se hace semanalmente. Allá no hay problema alguno". Y no faltó el que respondiera: "Es que en un barrio de Caracas si tu jodes a la gente así como pasa aquí... ¡te dan un tiro para que seas serio!". En fin, el daño se hizo y no hubo, y lamentablemente hasta ahora, no ha habido ninguna "r" de rectificación, ni nada parecido.

Se desatendió la obligación con los trabajadores y se facilitó perder votos, sin que nadie asuma la responsabilidad. Por el contrario, se ha propiciado la corrupción y se ha dejado correr la pérfida idea de que hay que aplicar la "viveza criolla". Hasta aquí, la historia parecería común y con dolor se debe señalar que se hizo común. No estamos tratando de algo complejo, como colocar una colonia viviente en el planeta Marte. Pero lo más llamativo es cómo, a pesar de los reiterados y recurrentes discursos de la alta directiva en el gobierno, acerca de cómo la corrupción nos daña, de que el corrupto no es un revolucionario, de que el corrupto destruye a la patria y de que hay que corregir las pasadas fallas, el problema no se detiene y por el contrario, crece.

Hasta ahora se han aplicado 4 controles de seguridad para vender los alimentos con supuesta equidad, pero la corrupción sigue y se extiende. Esos controles requieren el apoyo de la gente que trabaja en la organización, pero ésta en vez de organizarse y respetarse, desdeña cualquier esquema de contraloría social y busca el modo de violentar la norma. Todo a los ojos de las autoridades que parecen desinteresadas, incapaces para corregir o simplemente, que fomentan el desorden para sacar su buena tajada en el negocio.

Seguidamente se ilustrará como, contrario al mito que los grandes medios tratan de propagar, de que la corrupción proviene de los pobres, esta vive en diferentes grupos, estratos sociales y comunidades venezolanas. No estamos diciendo con esto que el venezolano sea corrupto, estamos señalando que algunos valores en nuestra forma de vivir y que recibimos como parte de la educación no formal, confunden a una gran cantidad de nuestros compatriotas y les hace creer que ayudan, son buenos amigos o que tienen compasión con sus semejantes, cuando lo que hacen es alimentar la corrupción. Y eso es falta de una visión extendida de las cosas que te afectan diariamente, de no ver consecuencias sobre los no presentes y de desestimar los hechos a largo plazo. Por eso más tarde todos tendremos que tolerar modos de conducirnos, que simplemente son engendros sociales de la corrupción, pero que se nos revelarán como tal cuando el daño ya esté muy avanzado. Cuando el correctivo deba ser doloroso.

El PDVAL que el gobierno instaló aplica el mismo control inicial que muchos otros. Es decir, restringe la venta a la ciudadanía con base a ciertos dígitos del número final de la cédula de identidad del comprador. La idea es dar equidad a todos y evitar que en la venta unos prevalezcan sobre otros. Hasta aquí todo luce bien, pero algunos de los funcionarios de la seguridad del PDVAL interno, en conjunción con los de la institución, durante ciertos momentos pasan a algunas personas sin importar ese control de la cédula de identidad. Se viola así, el primer control y la infracción proviene de quienes deberían hacer cumplir las normas. Una simple inspección de registros de ventas, con un cruce de cédulas de identidad de los compradores, permitiría detectar las anormalidades y en consecuencia, establecer las responsabilidades del caso. Controles tan simples como la lista de quienes estuvieron de guardia y quienes vendieron, serían suficiente para ajustar la idea, pero no hay voluntad para evitar la corrupción. Lo peor es que desde su primer día, existe ese vicio, al cual algunos califican como amiguismo con el vigilante de turno. Que las colas se hagan a la vista de todos y no exista modo de pasar a nadie por una puerta trasera o de servicio, que todos estén claramente identificados, que se explique oportunamente cualquier situación excepcional, que el personal tema severas sanciones si se le pesca en vagabunderías, que se haga inspecciones reales y sorpresivas, que un tercero desconocido para la mayoría, audite con cuidado las ventas, son algunos de los mecanismos de soporte para que el control inicial opere verdaderamente. Y es que cuando hay orden y transparencia en los sistemas, se dificulta que exista la corrupción.

Lo triste es que a casi 3 meses de inicio del PDVAL nada de esto se aplica y la corrupción está cada vez más arraigada. La gente lo que busca es hacer el "contacto", tener el "amigo", el “conocido” para salir beneficiado por encima de todos. No prevalece la idea de evitar la corrupción, si no la de "Yo no soy el más pendejo. ¡Yo también puedo sacar ventaja de esto!". De modo que aquí no solamente hay responsabilidad de quienes vigilan, sino también de quienes se aprovechan de la corrupción. Hay corruptos y corruptores que de una u otra forma, van paulatinamente haciendo de esa anormalidad algo común. Una forma de ser, una forma de vivir. ¡Dañan al país!

Un segundo control se relaciona con el “carnet impreso” de la empresa del gobierno. Aquí lo que se desea es regular que únicamente los miembros de la organización compren, pero ese carnet ya ha empezado a ser prestado de una gente a otra, y dado que las cajeras están agotadas y tienen mucha gente que atender, casi ni lo observan. De modo que gente que se parece presta el carnet a otro y se violenta el control. De tal modo se ha desbordado ese mecanismo, que hace días un hombre fue señalado de estar comprando con el carnet de una mujer y en seguida replicó que se trataba de su esposa. Cuando alguna gente reclamó que se estaba violando la regla, los vigilantes dijeron que ellos no podían hacer nada, ya que no disponían de una capta huella y de un sistema para ver si eso era verdad. Que sin una base de datos, ellos no podía hacer nada. En otras palabras, se adujo que sin tecnología sofisticada no puede haber un control efectivo. ¿Será que los Bancos de Datos se inventaron en la prehistoria? Por supuesto que mucha gente se dio rápida cuenta de la falsedad de esa argumentación y de que cuando los vigilantes no desean trabajar, son capaces de apelar hasta justificaciones tan absurdas que un niño se reiría de las mismas. El hecho es que ese control prácticamente se anuló con esa simple decisión.

El tercer control que aplicaron quienes controlan el PDVAl tiene que ver con un esquema de justicia para el orden de atención. Dada la limitación de productos y la demanda creciente de empleados que desean comprar, que supera la cantidad de mercancías, se usa el tradicional esquema de hacer una cola. Así pues, sugirieron a los trabajadores que hicieran una lista en papel diaria y se anotaran según llegaban. Con la idea de facilitar la espera de pie de la gente, se aceptó usar una lista que representaría virtualmente la cola. Lamentablemente ese control ha degenerado en un mecanismo para instrumentar otro modo de corrupción.

La lista inicialmente se ponía en la entrada a la vista de todos, entre los torniquetes de la entrada a la institución y la gente según llegaba al lugar, se anotaba bajo la presencia de un vigilante. Pero de pronto nadie se hizo responsable en sí de la lista y esta pasaba de mano en mano. Luego, la lista ya no estaba en manos de los vigilantes, sino que se dejaba en la entrada del PDVAL, hasta que llegaban los funcionarios de turno y allí quien la tenía se les entregaba. Los vigilantes estaban felices de tener menos responsabilidades, pero últimamente, una modalidad de extrema injusticia y corrupción ha trastocado completamente el mecanismo de la lista. Se trata de que cuando alguien llega, se anota y empieza a anotar a otros más. El asunto empezó como un favor al compañero que llega tarde o al que vive lejos, pero ya degeneró en un esquema de anotar a cinco o más compañeros, de forma que una persona que llega 10 segundos después de otra, ve con desagrado e impotencia de no ser escuchado, como entre su predecesor y él, a veces existe hasta una docena de personas anotadas, pero que físicamente no están presentes en la zona. ¡Que soberana corrupción a los ojos de todos!

De allí, a la aparición del gestor, del ser que anotará y cobrará por ello, hay solamente un paso. Hasta que alguien lo piense y lo instrumente de modo que gane más en eso, que trabajando en lo que actualmente hace. Pero si los trabajadores no aceptaran el amiguismo, sino toleraran que alguien anote a otro que no ha llegado, ni anotaran a nadie que no fueran únicamente a ellos mismos, esa corrupción no existiría. Pero nuevamente la idea de aprovecharse sobre los semejantes, domina a esta clase de profesionales y trabajadores. Uno ve a ingenieros anotando a siete u ocho personas y a obreros especializados haciendo lo mismo. En modo similar, se ve a atractivas féminas graduadas en universidades, que acostumbran a mirar a muchos como inferiores, sonriendo a los vigilantes de turno, para que las pasen sin importar la cola. Al igual que se ve a bellas hembras que laboran como personal de limpieza haciendo exactamente lo mismo. De forma que algunas de las damas que pueden hacer eso, sin importar su clase ni puesto, olvidan muchos de sus prejuicios y lucen encantadoras sonrisas, para ganar un trato preferencial. Curiosamente, las mujeres de edad avanzadas, son las que más se quejan de esa pillería. Los hombres tenemos la tendencia a ignorar ese “pecadillo” con una sonrisa pícara.

De nuevo la solución en este caso, es muy simple. Es cumplir la regla. El que llega se anota y no anota a más nadie, sin importar lo que se diga. Y el que se anota lo debe hacer en frente de una autoridad, que hará cumplir inexorablemente la norma establecida. Es que no se trata de lanzar un transbordador espacial, esto es algo tan simple y tan bajo en coste de tecnología, que fácilmente se puede cumplir. Habrá casos donde se deberá apretar el corazón y no ceder a las justificaciones, ya que al permitir uno, se abrirá la compuerta para todos los demás, porque el asidero de la regla es la moral de no otorgar ninguna ventaja a nadie por encima de otro. Pero el asunto es nuevamente si existe la voluntad de hacer cumplir las reglas y lograr que el PDVAL cumpla su objetivo real.


El cuarto mecanismo de control surgió pues de las innumerables quejas de los trabajadores por la falla de los otros tres mecanismos. Lo ridículo es que la autoridades, en vez enmendar los anteriores, respondieron con otro control más que ya, como era de suponer, se pervirtió. Y ello es dado que no se hizo uso de un pensar racional, algo propio de la ingeniería. Lo hecho fue aplicar paños calientes pensados a la primera. Es decir, se ha llegado al colmo de una empresa abarrotada de ingenieros, que estos no sean capaces de diseñar un esquema equitativo para repartir equitativamente bienes alimenticios entre su personal. Por ello, tristemente uno se puede sospechar que clase de ingeniería se hace allí.

En fin, el asunto es que el nuevo esquema de regulación es que cuando el personal del PDVAL llega a las 8 de la mañana, busca y toma la lista de anotaciones ya elaborada, para luego proceder a repartir un secuencia numerada de "tickets" entre los realmente presentes. La lista anotada se usa entonces únicamente para establecer el orden de llamada a cada trabajador, produciendo así una cola física, pero luego el contenido de esa lista se ignora y todo depende únicamente de estar en la cola física y de recibir el ticket numerado. Nuevamente y como es de esperar, este control se ha diseñado por alguien tan poco conocedor, que ya se presentaron problemas y disgustos entre quienes aspiran a recibir su número, ya que señalan haber estados anotados en la lista, pero haberse ausentado “solo un momentico”. Que debieron retirarse por que tuvieron una urgencia en el baño, que solamente se movieron para “tomar el cafecito” matutino, que estaban respondiendo una llamada y que no escucharon, entre otras cosas. Y es que por falta de una autoridad, competente que haga cumplir esta nueva regla simple, se ha presentado un nuevo despelote. Para empeorar las cosas, algunos ingenieros y obreros se meten en la cola, haciendo trampa y como el personal que llama en voz alta a cada quien, no puede vigilar a todos, la cola crece en momentos en que “nadie sabe”. La gente ve a otros entrar en la cola pero si no le perjudica calla, y evita problemas. Y los que aparecen en nuevos lugares para recibir los tickets se justifican con situaciones como: “Es que no escuché el llamado pero búscame en la lista y verás que estoy”. Se siembra la duda entre tanto caos, y casi siempre el resto de la gente en la cola, gritan y exigen celeridad por lo que el funcionario que tiene la lista se hace el loco o no puede encontrar entre 7 u 8 hojas la anotación del nombre y desiste. Para completar el remate del desorden, las autoridades que entregan los tickets numerados, no disponen de suficientes tickets para cubrir todos los que están en la cola física y hay que esperar que quienes salgan de comprar entreguen el papel con el que entraron para reciclarlos. Como era de esperar, siempre algunos números se asignan por simple gusto del personal, que ya no repite el último control y frente a una cola que nuevamente crece y decrece con gente esperando. Ya nos suponemos que pronto no faltará el que se arriesgue y escriba su propio número, ya que ni sello tiene el papel. Por lo tanto, el orden final nuevamente se ve trastocado y aparece la viveza criolla. Aparece el espacio para la intimidación física, para caldear los ánimos y que la masa se descontrole. Y en todo esto, la injusticia, la inequidad y la corrupción salen ganando.

Cuatro mecanismos de control y ninguno, ni siquiera la combinación de todos funciona como se espera. La raíz de todo, está en algunos de nuestros compatriotas, buscando desesperadamente sacar provecho de sus congéneres, a como sea. Por eso con dolor, se observa a personas de la tercera edad o jubilados, haciendo la cola al igual que la hace un joven de 20 años, sin ninguna consideración humana. Y es que hay que preguntarse: ¿qué se le reporta al director de la institución? ¿se le dice qué el PDVAL funciona bien? ¿la directiva llega a escuchar el alboroto que se arma en las instalaciones? ¿qué se argumenta para explicar eso? ¿qué los opositores todos los días sabotean el PDVAL? ¿Que no hay alguna falla interna? ¿habrá alguna vez alguna rectificación real de las que tanto habla el ciudadano presidente?

Uno se plantea estas inquietudes y recuerda la frase con la que el generalísimo y universal venezolano, Francisco de Miranda, nos caracterizó: “Bochinche, bochinche ¡Esta gente no sabe sino hacer bochinche!