LA TRISTE HORA DE CIERTOS LÍDERES DESCOCADOS Y DE SUS FANÁTICOS SEGUIDORES
Alberto Salazar
2 de marzo de 2014
Alberto Salazar
2 de marzo de 2014
El fanatismo es un fenómeno muy peligroso, que algunos estudiosos caracterizan por la conjunción de los siguientes elementos:
1. dogmatismo o irracionalidad (creer en cosas sin cuestionarlas, razonarlas y buscar su lógica)
2. intransigencia (no aceptar análisis críticos)
3. maniqueísmo (no se admitir términos medios o grises)
4. reduccionismo (simplificar los análisis y emplear significativos de categorías banales como “buenos y malos”)
5. discriminación (ser intolerante, excluyente y perseguir a aquello que no encaja en un ideal o un patrón)
6. autoritarismo (imponer a los demás algo sin importar la voluntad de ellos)
7. obsesión (tener recurrencia exagerada en ideas o modelos).
El fanatismo religioso y político resultan aún de mayor riesgo para la gente, ya que cuando puede ser explotados para conducir inadecuadamente a las masas y generar conflictos sociales, violencia injustificada y hasta situaciones extremas como numerosos crímenes y asesinatos.
Lo peor del asunto es que existen situaciones y contextos que favorecen el fanatismo. El sentimiento de abandono, el miedo, el revanchismo y el odio extendido en poblaciones, han sido algunos de los elementos que constituyen un caldo de cultivo para el fanatismo. Por otra parte, la historia muestra que hay sujetos que deliberadamente o por accidente, han arrastrado a multitudes enteras para que se conviertan en fanáticos, con resultados trágicos. Y es que nunca faltan videntes, profetas, iluminados, santones, mesías, superdotados, promotores de la guerra y falsos patriotas, que engatusen a pueblos, para que estos respalden y mueran por una ideología, religión o causa específica.
Poblaciones y hasta naciones enteras, han abrazado causas que resultan claramente despreciables para la civilización moderna, pero que en su momento, se evaluaron por muchos como claramente correctas y enteramente ciertas. La esclavitud de africanos, el exterminio de las tribus y naciones indígenas en América, la inquisición católica, la quema de brujas en Salem, el holocausto, el comunismo de Joseph Stalin y el macartismo en un EEUU histérico y miedoso ante la URSS, son ejemplos de nefastas consecuencias del fanatismo en las masas.
Y es que no es fácil prevenir el fanatismo. A veces situaciones extremas, como la guerra, pueden estar justificadas -una invasión militar a una nación más débil-, por lo que reconocer si verdaderamente participar en esa guerra es algo correcto, podría no ser fácil para un pueblo entero. Capturar y mantener un vasto terreno, que ha sido donado a un pueblo elegido por Dios a través de sus escrituras, recuperar el santo sepulcro en manos de infieles, llevar la civilización occidental a pueblos inferiores, preservar la monarquía, combatir la subversión independentista, luchar contra el anarquismo, el comunismo, el tráfico de drogas o el terrorismo, son algunas de las variadas justificaciones que han encubierto otros intereses reales a través de repetidos discursos que se le han inculcado a la población.
Hitler no hubiera podido colocarse en una situación ventajosa para sus terribles propósitos, si las potencias occidentales disimuladamente no le hubieran dejado actuar, bajo la ingenua esperanza de que acabaría con los comunistas y se detendría. Y el mismo error se ha repetido numerosas veces, se ha alimentado a terribles dictaduras para luchar contra el comunismo, sacrificando a pueblos enteros y el orden jurídico internacional con mayor descaro cada día. El propio Saddan Hussein gozó de armas y el respaldo de los EEUU, para disminuir la influencia y presencia de la revolución persa de Ayatohla Jomeini en Irán. Pero cuando dejo de ser útil, se inventó el absurdo y mentiroso escenario de que poseía armas de destrucción masivas que amenazaban gravemente al mundo entero, para derrocarlo y capturar el petróleo iraquí.
Y es que el juego político moderno es tan complejo, pragmático y carente de verdadera ética, que no se duda en fomentar el fanatismo de las masas para sacar alguna ventaja específica. A su vez, la educación ha decaído tanto en su calidad, que hasta gente con títulos de tercer y cuarto nivel, que han viajado por el mundo y convivido con otras culturas, pueden comportarse igual de vulnerable, que aquellos que apenas poseen una formación de escuela primaria. No importa que hayan visto como otras naciones y pueblos enteros, fueron deliberadamente manipulados por engañadores de oficio, esta pobre gente no considera que podría ser presa del mismo problema.
Para este sector de gente, parece que nunca sucedieron los acontecimientos de 1967 en el curso del profesor Ron Jones de la escuela de secundaria de Cubberley, Palo Alto, California, EEUU. Sucesos popularizados a través de una novela y luego un filme alemán de nombre Die Welle (La Ola) (http://bit.ly/18LQvwi), que ilustran como un docente intentando enseñar lo que es autocracia, pierde el control del grupo y da origen a un comportamiento social que más bien promueve lo que el deseaba enseñar como incorrecto. Parece que ninguno de esa gran cantidad de ciudadanos venezolanos, muchos con formación profesional en ciencias políticas y que a menudo leen y escuchan a “connotados expertos y analistas políticos”, han considerado que algo que se ha sucedido repetidamente en todo el mundo y en distintas épocas, les pueda llegar a pasar.
Más aún, sostienen que su contra-parte, que según ellos es muy ignorante y carente de una formación profesional, cayó en manos de un líder populista que lo manejó a su antojo por catorce años. Sin embargo, por propio fanatismo se cree vacunada ante tal posibilidad. Pero lo más grave es que busca con ansia el pronóstico anual de adivinos que le prometen una y otra vez, sin pegar una, que caerá el régimen que tanto odia. Ahora lo más patético es conocer que siguen a ciegas a un supuesto profeta y a un pseudo líder que está en el estado de Florida y que les prometen una victoria segura en sus deseos, si siguen sus planes con una fanatismo desbordado. Si el profeta y el pseudo líder con alta inestabilidad emocional, les ordenan que se maten entre sí, no predomina la racionalidad, sino que el fanatismo germinado por el odio hacia el gobierno actual de Venezuela, les lleva a hacerlo rabiosamente. Es la triste hora de los líderes descocados y de ellos, fanáticos que rayan en la locura colectiva.
Es una situación muy triste y sombría, ya que no hay una salida fácil de algo que está en la psiquis de una gran colectividad. Ya lo dijo Voltaire: “Cuando el fanatismo ha gangrenado el cerebro, la enfermedad es casi incurable”.
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