domingo, 23 de febrero de 2014

¿DE DÓNDE PROVIENEN ESOS ESTUDIANTES INSENSIBLES ANTE EL SUFRIMIENTO DE LOS DEMÁS CIUDADANOS?
Alberto Salazar
23 de Febrero de 2014



El profesor y doctor en filosofía Francisco Rivero hace años expresó que algunas de las universidades tradicionales del país, no educan, sino que adiestran. Y con ello se refiere a que más que encaminar o preparar para la vida digna de lo que debería ser un egresado universitario, esas instituciones lo que hoy hacen es proveer de un mínimo de destrezas para que el sujeto desempeñe un oficio que demanda ciertos conocimientos específicos. Es decir, el adiestramiento se enfoca para brindar los saberes requeridos para que el sujeto pueda insertarse en el mercado laboral, como un empleado más que engrosará las filas de los trabajadores corporativos. Y eso no es casual, es deliberado, ya que las empresas están deseosas de trabajadores, unos más preparados que otros, que puedan desempeñarle las tareas que necesitan, y las universidades referidas, tomaron un atajo pragmático, sacrificando una mejora en la preparación intelectual de la sociedad futura.

Por ello es comprensible que uno se encuentre ante un estudiante que aunque conoce lo que se le enseña, prácticamente ignora cosas que resultan indispensables en la formación completa de un profesional universitario. Puede ser casi un ingeniero, pero no comprende las realidades básicas de los sistemas económicos del mundo. Puede estar terminando la carrera de medicina y desconocer prácticamente lo básico de como funciona un sistema judicial. Podemos encontrarnos ante un pichón de psicología, que ignora grandes problemas mundiales como la superpoblación, las voraces necesidades energéticas, o desconocer casi la totalidad de la historia de la nación donde nació o donde vive. Es decir, son profesionales con carencias notables en su formación, lo cual los coloca en una posición favorable para ser manejados por otros mejor preparados.

Lo más grave es que aunque nos sorprendan por su gran ignorancia y constantes prejuicios, creen que el hecho de estar en una universidad les otorga una patente de sabio. Los medios les han hecho creer que son seres superiores y repiten cual loro, que son el futuro del país sin comprender la responsabilidad que ello adosa. Salen a la calle, pensando que hay que rendirles pleitesía, por poseer un intelecto privilegiado. Pero no es así, basta con recordar al ejército de comunicadores sociales salidos de la UCV, UCAB y USM de un lado y al bachiller Mario Silva del otro, dejándolos en ridículo todas las noches, con su programa “La Hojilla”, para detectar que algo no está del todo bien.

Un ejemplo de esto lo percibí hace un par de días, cuando una estudiante de la cuadra donde habito, lideró a otros dos más, para en nombre de defender su futuro y por demandar vivir en libertad y democracia, según ella, decidió juntar la basura de toda la calle en pleno paso de los vehículos y prenderle fuego a modo de colocar una güarimba. No pudo razonar que estaba decidiendo, autoritariamente, algo que afectaría la salud de todos los que habitan allí. Que tal acto, además de ser un verdadero riesgo y altamente contaminante, podía incomodar a cualquiera de los bebés, niños, adultos y ancianos que conviven con ella en esa misma zona geográfica. Tampoco se detuvo a pensar en lo poco democrática que era su actitud, ya que estaba obligando, sin consulta de ningún tipo, a otros a sufrir una significativa molestia física por casi 24 horas, al tener que inhalar vapores tóxicos de los mismos desperdicios que generamos en nuestro vivir diario. No consideró ni por un instante que alguien podría estar afectado de las vías respiratorias, o que alarmaría innecesariamente a la comunidad.

No fue así, ella justificó su conducta delictiva con base al repetido lema de que defiende su derecho y futuro. Una estudiante que no es capaz en lo mínimo de ponerse en los zapatos de otros a quienes perjudicaría, o que se cree superior a ellos. Tal conducta encaja con el patrón de aquellos estudiantes que impiden el paso de otros, incluso de emergencias, porque están luchando por la libertad y por Venezuela. Ha habido muertos y sin embargo no hay ningún pronunciamiento para enmendar tal problema. Y uno se pregunta: ¿Qué les enseñan en sus universidades, que no pueden ver lo absurdo de su comportamiento en sociedad? o ¿Qué les enseñan que se hacen insensibles al sufrimiento de sus congéneres?. ¿Son egoístas extremos por torpeza o adrede? ¿Es que no saben vivir en sociedad? ¿O es que se creen una clase superior para la cual ciertos privilegios se permite? El problema es grave ya que apunta a examinar los valores y la forma de pensar que se ejercita realmente en esas universidades tradicionales.

La historia culmina, con el hecho de que al paso de un rato los vecinos de la urbanización, donde escasamente el chavismo obtiene un 10% de votos, empezaron a quejarse con gritos por los balcones. Se sentían asfixiados y le reclamaron a la estudiante lo hecho. Uno de ellos le dijo que ella era una delincuente, y la estudiante gritó ofendida que ella no era delincuente que era estudiante. ¡Qué lógica más pobre! Como si el hecho de ser estudiante puede vacunar a alguien para que jamás sea un delincuente. La pobre estudiante, desconoce el significado del término delincuente. Ella debe suponer que delincuentes hay en los barrios pobres de la capital, que son únicamente la gente de piel oscura o que son los pobres. Y como no reúne ningunas de esas cualidades y además es estudiante, entonces no puede ser delincuente. Ella debe estar llena de prejuicios erróneos y carece de capacidad para entender algo tan simple como que un delincuente es alguien que ha cometido un delito. No puede concebir en su mente, que un delito es quebrantar la ley, y que su acción violentó varias leyes y ordenanzas. Aunque se le explique no puede aceptar que al cruzar la rayo de lo no permitido, automáticamente se convirtió en una delincuente.

De modo que hay pocas esperanzas de que pueda comprender lo erróneo de un razonamiento como el que seguidamente se describe:

1.- Dado que hay un nivel intolerable de delincuencia en el país, voy a protestar para que el poder ejecutivo cumpla su obligación de disminuirla.
2.- Para hacer que mi protesta se note en el mundo, voy a cometer un delito. 
3.- Si el gobierno me castiga, estará incumpliendo su obligación de combatir a la delincuencia.

Así que nuestra sociedad debería reflexionar acerca de cómo se desempeñarán esos futuros profesionales mañana. ¿Cómo es que perdieron la empatía por sus congéneres?, ¿Cómo es que son indolentes ante el sufrimiento de otros?, ¿Cómo es que no emiten la más mínima señal de pena, por la muerte de alguien que se degolló por algo que ellos colocaron y se quejan a cada instante de sus compañeros muertos?, ¿Cómo es que invocan valores y conceptos como libertad, derechos humanos y no son capaces de rectificar ante sus errores?, ¿Cómo pueden obtener un título de tercer o cuatro nivel y no son capaces de comprender el punto de vista de su interlocutor? y ante el cacareado lema de que son el futuro: ¿Cómo reaccionarán ante un problema de ganar dinero, o ante uno que plantee preservar el ambiente?, ¿Cuál decisión tomarán ante la disyuntiva de cumplir las leyes o alcanzar una meta corporativa?

No se trata de un asunto superficial, ya que lo que hagamos hoy moldeará el mañana y construir una sociedad distinta pasa por revisar todos los paradigmas y postulados educativos. Ya lo dijo Confucio: “Donde hay educación no hay distinción de clases.

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